Rayuela Umbanda de Gabriel Martínez.
26/04/2022 21:38

Al llegar o al irme del laburo tengo que cruzar por abajo de un puente de la autopista. Es un segmento del camino más oscuro, más húmedo, donde la acústica potencia los
decibeles de bocinas de escapes pisteros, poniendo a prueba tímpanos y paciencia. Y también es un lugar donde suelen dejar brujerías, gualichos y afines. Por lo general
esquivo uno o dos, pero ayer me vi jugando sin darme cuenta a una rayuela umbanda, atravesando un infierno de gallinas blancas degolladas, gallos negros rellenos de maíz, velas rojas, negras, tripas de procedencia desconocida, bandejas con frutas en descomposición, hasta alcanzar al fin ese cielo, ese celeste, esa luz solar y ver el
colectivo ahí, esperando en la parada y correr ya pre-viéndome sentado, leyendo con música en los oídos y llegando temprano a casa y, y viéndolo irse, escapárseme a
escasos metros sabiendo que el hijo de puta del colectivero me estaba viendo por el retrovisor y sintiendo que bajé la guardia por un instante, que me dejé llevar por ese
espejismo, por esa efímera y volátil luminosidad olvidándome que la vida es eso otro, eso que habita en la oscuridad, eso que crece día a día, eso que transcurre debajo del
puente de la autopista.