"El espejo" por Carolina Duque

26/04/2022 21:41

El espejo

Desde pequeña le dijeron que era fea. Durante los primeros años, no entendía cuando le arrebataban los dibujos que hacía de ella y su familia. 

Los niños siempre dibujan a los padres, la mamá con los brazos abiertos y las manos sostenidas por palitos delgados pero son trazos contundentes de manitas mágicas que todo lo hacen posible.

Cada vez que Alondra hacía un dibujo su madre lloraba y escondía los dibujos. Alondra seguía dibujando. Después le preguntaba a su madre por qué lloraba y ella sólo guardaba silencio.

Alondra, no nos dibujes, mejor dibuja un caballito. Le decía la mamá.

Mamá pero tú eres linda. 

Pero tú no eres bonita, Alondra. Debes aprender eso. Mejor no nos dibujes para que no me hagas llorar más.

La madre de Alondra resolvió quitar todos los espejos de la casa para que Alondra no se viera. Alondra iba al colegio, vestía el uniforme, la mamá la peinaba pero no sabía cómo quedaba porque en la casa estaban prohibidos los espejos. 

Mamá siempre me peinas con estas trenzas y yo quiero otros peinados. Mis compañeras del colegio se peinan de diferentes maneras.

Alondra, no puedes peinarte de otra manera porque te queda mal. Tú no eres bonita, tienes que acostumbrarte.

Alondra, se veía en los reflejos de las ventanas y no entendía por qué no podía verse en un espejo. Con el paso del tiempo, prefirió no verse en ningún lugar por la insistencia de su madre, sus tías y primas.

Alondra se casó con el único novio que tuvo, un primo muy lejano que su madre le presentó porque ella no podía aspirar a otro hombre.

En su nuevo hogar, Alondra le pidió a su marido no poner espejos en la casa porque ella no podía ver su reflejo, primera advertencia de su madre al salir de casa. Al marido le pareció buena idea porque así no tenía que preocuparse que Alondra se estuviera arreglando para nadie ni para ella. 

Alondra caminaba por la calle con su cabeza como siempre mirando hacia el suelo, contaba sus pasos como una suerte de reloj, ese tiempo de no reflejarse en ningún ventanal, vidrio o cualquier otra cosa que tuviera efecto con la luz. La única reflexión era con su sombra con quien conversaba y delineaba su figura conocida.

Alondra dobla la esquina y se encuentra con varias mujeres que hablan diferentes idiomas, logra escuchar algunas palabras pero no entiende nada. Las mujeres abren los brazos y se agarran de las manos como los dibujos de Alondra cuando era niña. Queda en la mitad del círculo y se asombra por la luz que emerge con ella, rayos de sol, de luna, de lirios blancos y ella logra verse, su sonrisa, sus ojos brillan y por fin sabe quien es. 

Alondra se va de su pasado y alista en su maleta un gran espejo.

 

Carolina Duque.


*Un homenaje a una mujer valiente en Costa Rica, Kattia Pérez Campos.

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